Texto por: Emiliano Villalba | Ilustración por: Mariana Lorenzo
“No quiero que se hable de ropa”. Me dijo Tony Solis cuando leyó este artículo en borrador. “La ropa es tela, y para este texto es intrascendente”. Sus palabras culminaron todo lo que había pensado (y escrito) hasta ahora en este texto sobre la artesanía y la moda. Me surgieron muchas dudas. Algunas quizás patéticas que exponían mi inminente ignorancia. : ¿Cómo empezar un texto que hable sobre la artesanía, el diseño y la industria de la moda? ¿Cómo se relaciona la artesanía con la creación de fibras que permiten cubrir nuestros cuerpos y así llamarlo moda? Entre otras.
Entender la industria, el diseño, el arte o la artesanía es una acción individual que responde a una interpretación basada en el background general que cada persona posee. En efecto, posturas hay muchas, pero lo que no hay es un análisis crítico de cómo vemos esas interpretaciones. La artesanía suele tener un estigma hacía su significado. Se piensa que el producto, sea cual fuere, debe ser rudimentario y manufacturado por manos pertenecientes a una clase minoritaria de la sociedad. En México, la artesanía se consume como un producto folklórico cuya procedencia se remite generalmente a los pueblos originarios.
Sin embargo, el contrapunto a esta forma de ver la artesanía se vio contrastada por la llegada de un grupo de artesanos provenientes de Francia cuyo trabajo se vio expuesto en una exhibición en Polanco. Se trató de la firma Hermès que trajo a sus artesanos bajo la propuesta de abrir sus puertas y reconocer el trabajo de sus artesanos, los cuales son los encargados de fabricar y convertir a la firma en lo que conocemos.
La exhibición respondía a demostrar que las horas invertidas, el esfuerzo de cada mano artesana y el empeño que depositan en las piezas, convierten al carré, la bolsa o el reloj en productos cuyo valor es mucho más personal e íntimo con el cliente. Al menos eso fue lo que la firma trató de hacernos entender, y por su puesto, con este discurso algo que quedó muy claro: los que compran Hermès no sólo han adquirido un objeto con historia, sino que se obtuvo la calidad, tradición y eficiencia de sus trabajadores.
Este tipo de iniciativa me causó algunas reflexiones sobre la procedencia de las cosas que uso, compro y visto. Exponer a los artesanos me hizo preguntarme por los “quiénes” están detrás de bambalinas. La industria de la moda, del arte o el diseño no sólo se conforma de una escena que se desvive en fiestas sino la conforman muchas más personas que imaginamos. Al final, todos somos parte de un sistema que conecta todo.
No obstante, lo que me sorprendió más de los medios de comunicación y de la gente que asistía fue el valor que se le adjudicó al evento no por celebrar a los artesanos (que admiro por su labor y pasión en lo que hacen), sino por su procedencia, la supuesta “posición social”, porque eran extranjeros, rubios y porque eran franceses. ¿Cambiaría algo si se presentara alguna artesana Tzotzil tejiendo en su telar de cintura? Sólo comprendí una cosa: nos gusta la ilusión que nos vende el lujo, el poder que nos da el dinero y el gran placer de ser voyeristas al observar a los artesanos como si fueran animales en un zoológico. Y cabe aclarar que al escribir esto, no estoy diciendo que está mal. Cada quién observa e interpreta individualmente.
Basta pensar que Hermès no es la única y primera marca en preocuparse por mostrar lo que va más allá de su marca y su producto. En México, iniciativas como #YoHiceTuRopa, Malacate Textil, Fabrica Social, Taller Flora de Carla Fernandez, entre muchos otros, se han preocupado por darle voz y visibilidad a sus artesanos. ¿Qué diferencia, entonces, encontramos entre Hermès Puertas Abiertas y #YoHiceTuRopa o Taller Flora? ¿Se tarda menos un artesano chiapaneco en decorar un Huipil que un artesano francés en fabricar una corbata de seda? ¿Qué hace falta para que la industria de la moda en México pueda también abrir sus puertas y hacernos partícipes del orgullo por compartir el trabajo de nuestros artesanos?
Porque, como hemos visto en últimas fechas, la necesidad por defender el trabajo de los trabajadores cuyas voces son calladas por grandes corporativos que explotan la mano de obra, ha crecido de manera gradual y constante y ocasiona que diseñadores y marcas mexicanas se ocupen de darle un trato digno, ético y respetable a los artesanos. #YoHiceTuRopa, Fabrica Social o Malacate Textil son los ejemplos de este país que deberían recibir el apoyo de grandes firmas como Hermès para poder abrir puertas aquí en México; simplemente por el punto en común que las ha unido. Este ejercicio no sólo nos enseñaría que hay más gente involucrada en la industria, sino que nos educaría a empezar a preguntar por quién o quiénes están hechos nuestros objetos y valorar más hacia dónde va nuestro dinero.