Por: Sergio Orospe
19 de agosto, 2019
Una profunda depresión por el fracaso que significó el no haber podido publicar su primera novela. O por su probable homosexualidad. Quizás por la asfixiante cercanía de su omnipresente madre, Thelma Toole. Todas posibles razones con las que se trata de explicar el suicidio de uno de los más grandes escritores norteamericanos: John Kennedy Toole.
Ken- como lo llamaban- pasó varios años afinando el manuscrito del que, decía, sería el primero de varios libros que escribiría sobre New Orleans. Años en los que estudió en Nueva York becado y luego sirviendo al ejército en Puerto Rico como maestro de inglés. Incluso al regresar a New Orleans visiblemente perturbado, siguió afinando el manuscrito que nadie quiso publicar.
Todos sabemos ya queonce años después de su muerte en aquél auto repleto de monóxido de carbono, nota suicida en mano, La conjura de los necios se publicaría y un año más tarde ganaría un Pulitzer gracias a la fuerza de su antihéroe, Ignatius Reilly, que nos lleva de la mano a conocer los claroscuros de la sociedad norteamericana – y más específicamente de New Orleans – de la época. Su testaruda madre logró con paciencia lo que para John fue una guerra perdida en poco menos de un par de años de intentos. Unos dicen que fue remordimiento – por haber asfixiado la personalidad de su único hijo con su castrante presencia en todo momento – otros que fue perseverancia provenientedel incondicional amor materno. Lo que haya sido, el mundo entero le debe a esa estrafalaria mujer el haber descubierto dos de las críticas más mordaces de la sociedad norteamericana (y me atrevería a decir mundial) que hayamos conocido: La conjura de los necios y La biblia de neón. Esta última escrita con tan solo 16 años y abandonada en un cajón y despreciada por Toole poco después de haberla escrito. Resulta incomprensible la idea de despreciar la historia del valiente y honesto David, su delirante madre, la estrafalaria tía Mae, el predicador del pueblo y la hipócrita señorita Watkins… Un microuniverso que representa la injusticia y la doble moral que asfixia a una sociedad entera que detesta y segrega a todo aquel que no esté dispuesto a seguir sus reglas, por absurdas que éstas sean.
Sabemos, decía, que en 1980 se publicaba La conjura de los necios y un año después ganaba un Pulitzer. El mundo conocería esa hilarante y agridulce historia que terminaba con su antihéroe huyendo en su auto de la ambulancia que lo conduciría al hospital psiquiátrico. Huía sin tener nada claro más que su destino: Nueva York. Así huyó once años antes Kennedy Toole en su propio auto, abandonando todo en un improvisado roadtrip que terminaría con su cuerpo hinchado de veneno al lado de la carretera del desierto de Biloxi.
Decía yo también al inicio que eran varias las hipótesis que manejan biógrafos y periodistas. Me atrevería a proponer una más: Si Toole, con 16 años, fue capaz de escribir un libro tan agridulce y sombrío como La biblia de neón, no puedo imaginar lo que vio a su alrededor en los siguientes años. Conoció el mundo. Viajó a Nueva York – la voraz capital mundial – y después, por ser tiempos de guerra, voló a las bases militares en Puerto Rico. El primer atisbo de lo que un hombre tan sensible y observador como Toole vio y analizó quedó plasmado en La conjura… lo demás fue tanto que terminó sobrepasándolo y haciéndole creer que no tenía nada que hacer en una sociedad así, en un mundo así.
Siempre he creído que la gente ignorante y poco sensible es la que tiene más posibilidades de ser feliz, sin analizar mucho, sin preocuparse… la ignorancia entonces es oro.
John Kennedy Toole era un genio. Sin un gramo de ese oro, Toole fue el genio más miserable de todos.