Conocí al joven pintor Sasha Minovich durante un almuerzo, sirvieron un guiso de lentejas bastante abundante y nos sentimos afortunados. Quizás el buen humor de los dos dio pie a comenzar a charlar sobre lo que estábamos haciendo y nuestras apreciaciones sobre el arte, la conversación giró en torno a pequeñas dudas que uno nunca acaba de resolver. ¿Qué pasa cuando una obra depende de su título para adquirir sentido? ¿Una obra puede hablar por sí sola? ¿Qué pasa cuando conocemos la biografía de un autor y esta influye sobre la lectura de la obra? ¿Si una obra se tiene que explicar pierde su sentido? Nuestras respuestas superficialmente son antagónicas, nuestras prácticas en el terreno del arte también, sin embargo, encontrábamos siempre un punto de afinidad. Supongo que a eso se le puede llamar intersubjetividad, y quizás la intersubjetividad sea una de las pocas funciones que tiene el arte ante un mundo con tanta pluralidad de discursos y verdades.
Por Rodolfo Sousa
Selección oficial. Sasha antepone el oficio por sobre la profesión. Pensar en la profesionalización de las artes quizás sea una forma de integrarse a la sociedad capitalista y terminar inevitablemente siendo un producto; el oficio, quizás, funciona como una forma de resistencia ante las ideas de una industria cultural con demandas del mercado, a pesar de que la producción sea una obra terminada capaz de colgarse en una galería para ser vendida. Si el oficio no funciona como resistencia, al menos abre las posibilidades a otras formas de apreciación y de valoración de la obra, implica por un lado, sortear el peso de la historia del arte y por otro, asirse de sus formas. Por suerte, los lenguajes cambian, pero con cuatro pigmentos de óleo pueden hacerse todos los colores.
Pintores viajeros. La primer exhibición individual de Sasha ocurrió este año en la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía, un edificio en el Parque Centenario de Buenos Aires. Colgadas en la pared, al lado de objetos de observación astronómica en desuso, las pinturas están basadas en los dos objetos hechos por manos humanas que más lejos se encuentran del planeta: Las sondas Voyager, que llevan consigo información sobre el planeta y que han realizado descubrimientos sobre el sistema solar. Algunas de las pinturas son traducciones de fotografías tomadas por las sondas, otras son paisajes imaginados basados en los descubrimientos, como volcanes activos en Júpiter o los géiseres en una de las lunas de Neptuno. Una de las pinturas que plantean un problema de representación está basada en una fotografía llamada “Un punto azul pálido” en la que puede observarse la Tierra como un punto de luz situado en una franja marrón de la imagen. La traducción de foto a pintura, hace que esta imagen sea más cercanaa una obra de arte abstracto que a una fotografía científica.
Viajando sobre la velocidad de la luz. Intentando seguir un hilo, las pinturas científicas dan pie a la representación de eventos espaciales imaginados y a realizar preguntas sobre cómo pintar una línea de luz desde el punto de vista de un viajero espacial. Algunas de las respuestas proceden de la estética de las películas de ciencia ficción, de las ilustraciones y los cómics. De tal forma que los retratos que Sasha realiza de modelos en vivo, como su amigo Pablo, alumbrado por una estufa de gas, mantienen un halo de la estética retrofuturista.
Otra cosita. El sentido del humor de Sasha revela que los títulos suman a sus obras, que a pesar de sus intenciones, las pinturas no hablan por ellas, que requieren un aparato cultural para interpretarse. Pero se requiere oficio y habilidad pictórica para realizar las preguntas que él se plantea. Mi deseo más sincero es que en el futuro, sus pinturas cuelguen en los museos de ciencia de todo el mundo y se reproduzcan en estampas que los niños peguen en sus cuadernos.