Foto y texto: Tony Solis

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La esperanza es el más cruel de los amigos: te mantiene ahí, esperando, atorado a medio pensar.

Esta idea me ha estado rondando la cabeza. Lo estuve hablando con un buen amigo durante todo el año. La esperanza, depende de cómo la quieras ver, es lo que puede mantenerte vivo o estancado, perdiendo el tiempo.

A veces preferimos no cerrar los capítulos para evitar confrontar la clausura definitiva, y así solo dejamos ir las cosas o a las personas. Hace algunos años, una persona cercana y yo, hablábamos acerca de SKINS, una de nuestras series de televisión favoritas que estaba ya en su última temporada. Le contaba acerca del episodio final, de lo bueno y emotivo que me resultó. Él, sin embargo, prefirió no verlo porque no le gusta confrontar finales.

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Los finales son determinantes y dolorosos porque después de ellos no hay nada más que el recuerdo de lo que fue. En mi caso, dejé sin terminar un libro con el cuál tenía la misma sensación: miedo a darle vuelta a esa última página. Me armé de valor y hace unos días terminé de leer esa última que tanto me aterraba.

Estamos en la etapa final de año: Un año muy raro para todos los que conozco. Año de pérdidas, rotación de gente y golpes de realidad en la cara. Nacemos sin miedo, sin ansiedad y sin problemas, pero a medida que vamos creciendo acumulamos toda esa carga de experiencia de los años que termina pesándonos y buscamos diferentes maneras de sobrellevarlo.

El miedo a confrontar, a seguir adelante no existe. No tiene forma ni peso ni textura. Sólo vive en nuestra cabeza.

Solo necesitamos ese primer paso, ese azote de realidad para avanzar. Hay un más allá, hay más planes e historias por contar. Habrá más promesas huecas e intentos fallidos, más abrazos y propósitos cumplidos y también otros sin cumplir. Habrá más de todo, lo prometo.

It’s all in my head there’s nothing to fear inside.

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SOME SUN HAS GOT TO RISE