Por Prett Rentería
El fin de la historia, o mejor dicho, de las historias. El fin que en realidad es comienzo; continuidad, sí, ruptura, es dudoso. Los recuerdos y las experiencias son una impronta de la memoria individual, parte del círculo vicioso del tedio, de la monotonía; sin embargo, se salga o no victorioso, narrar lo vivido en cada una de estas historias es siempre agradable: el contarlo desde la alegría y no sólo desde la tristeza merece ya de por sí un lugar aparte y muy por encima de cualquier derrota.
Tal es la apuesta de Tony Solis por contarnos si no todo el camino, lo más importante de la experiencia vital que deriva de sus anteriores exposiciones en esta nueva serie fotográfica titulada Love is not a victory march. Chicos, otra vez chicos, pero esta ocasión no se trata del inseguro pero potente efebo que marcha alegre hacia la batalla, sino del herido, resignado y constante Sísifo, que a pesar de la adversidad sale victorioso desde el momento en que es consciente del absurdo de su terquedad. De la misma manera, los chicos retratados para esta nueva serie parecen regresar de algún lado, pero sin estar del todo seguros si ganaron: como bien dice la canción de Leonard Cohen, el amor es una marcha, pero no necesariamente de victoria.
En estas fotografías podemos observar cómo el trabajo de Tony Solis adquiere cierta sobriedad, reflejo de las experiencias y de la interrelación de sus obras previas (Dosis de pánico, 2009/ Pretend you never went to school, 2012/ La marcha de los gatitos apachurrados, 2015); imagen y discurso forman un binomio que no pretende explicar sino simplemente detonar emoción, cansancio pero también goce y serenidad.
Se inaugura el 26 de mayo de 11 am a 6 pm en la Galería Enrique Guerrero y la entrada es libre.
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