DarK-POP: El lado oscuro del K-pop

Por Joaquín Tercero

Ilustraciones: Andrei Shiva

Sin necesidad de extensa introducción, puedo decir que el pop coreano se ha consolidado como uno de los mercados más prósperos y valiosos de todo Corea del Sur, al punto de ser adoptado por el gobierno del país para exportarlo al resto del mundo como parte de su cultura. Esto (entre otros factores), ha permitido al género expandirse y conquistar territorios, que a la vez, aumentan el poder adquisitivo de este fenómeno, convirtiéndolo en un ente híbrido y nómada, o sea, que ya no es necesario ir a Corea del Sur para probar la cultura coreana, ella llega a ti. 

Una buena cantidad de inspiración japonesa y estadounidense, así como el mejoramiento con el paso del tiempo, los errores, la experimentación y las experiencias, aunado a lo ya dicho, nos da la impresión de que en el país asiático se ha gestado la fórmula perfecta para lucrar con la cultura, aunque esto implica grandes riesgos. Todo un ejército de idols meticulosamente entrenados para interpretar canciones simples (repetitivas y extremadamente pegajosas), bailar coreografías imposibles, grabar videos con tomas de belleza y calidad visual sobresalientes, dar conciertos, firmar autógrafos y cumplir con un papel estereotípico asignado para los integrantes de un grupo de K-pop. 

 

 Parece un sistema perfecto, y es, en realidad, un sistema muy bueno. Sin embargo, diversos eventos que han rebasado la norma, son la evidencia de los errores y las deficiencias inherentes al K-pop. Situaciones que no sólo comprometen la integridad de la cultura coreana, sino que hieren y marcan la vida de los idols, haciendo flagrante que esto, más allá de ser un sistema perfecto, es un círculo vicioso en el que una imperfección tapa a otra, escondiendo problema tras problema.

 Aún para alguien que no se encuentra inmerso en el género o el tema le es fácil identificar problemáticas superficiales (no por eso menos importantes), como la explotación de menores de edad (denominados “trainees”) en compañías discográficas y/o agencias de talentos, que entrenan baile, rap, canto, actuación, toda su infancia y parte de su adolescencia, sin descanso, y que comprometen su educación y su salud al vivir en condiciones deplorables; o la cuestión de las cirugías plásticas excesivas y la presión social de tener una apariencia que cumpla exactamente con lo que se espera de un idol, hasta ser orillados al suicidio, tema tan delicado.

Por otro lado, hay situaciones conflictivas que gravitan en torno al K-pop que no son tan evidentes, y que requieren no sólo de un análisis integral y complejo, sino del aporte de movimientos e ideologías actuales, e igualmente importantes, de la perspectiva de expertos en el tema que saben cómo indagar sobre el mismo. Porque, si bien no es fácil criticar las problemáticas del K-pop para alguien que es fanático del género, también estoy seguro de que no hay alguien tan capaz para criticarlo como quien lo conoce a la perfección. 

 No pretendo abarcar el amplio espectro de conflictos que han surgido del género, ni tampoco describirlos o explicarlos en su totalidad (pues para eso se requieren análisis más profundos), sino sólo hacer obvio que son cuestiones de las que un fenómeno, que cada vez se hace más complejo, no está exento. Y llegará un punto en el que serán problemas todavía más graves si no se exponen y visibilizan ahora. Se trata de un texto dirigido no sólo para los fanáticos del K-pop, sino para todos.

 

Uno de los temas más interesantes es el de la pérdida de la identidad coreana. Históricamente, a Corea se le han impuesto reglas de aculturación por parte de naciones más poderosas como Japón, China o Estados Unidos en diferentes momentos de la historia, lo que la convierte en una sociedad multicultural con elementos de dichos países, pero, lo más relevante, una cultura que aún existe y que es preservada por personas de tercera edad. Sin embargo, esta cultura se encuentra también amenazada, pues, como mencioné, por iniciativa del gobierno se trata de adoptar a la “ola coreana” (hallyu) como la nueva identidad oficial, cuando es bien sabido y reconocido que la mayoría de las influencias de esta ola provienen del extranjero. ¿Es esto un fenómeno de enajenación y de apropiación cultural?, ¿dónde queda incluido el pasado de esta nación en la “nueva” cultura? .

Sorpresivamente el pasado cultural coreano encontró la forma de hacerse un espacio en este nuevo orden, en su forma menos afortunada: las ideologías extremadamente conservadoras de la población y su doble moral. Esto confiere a la situación una posición contradictoria, pero a la vez, la vuelve más compleja. Por ejemplo, los surcoreanos son permisivos con ciertas cosas (pueden someter sus ojos a cirugía para adquirir un “doble párpado” o pueden blanquear su piel, características occidentales y toleradas), pero no tienen piedad en la crítica de otras situaciones (idols en noviazgo, orientaciones diferentes a la heterosexualidad, minimización de la mujer, etc.). El ejemplo más curioso es la “sexualización” de idols, aceptable o inaceptable, dependiendo del contexto. ¿Cómo eligen los coreanos, en situaciones tan parecidas, qué juzgar negativamente y qué no? ¿Es la cultura conservadora un freno para el potencial de la ola coreana, o es un mecanismo de protección frente a la descuidada combinación y desvanecimiento de sus costumbres? 

 Esto lleva a uno de los problemas más graves y frustrantes del K-pop: la misoginia. Varios ejemplos nos pueden servir para evidenciar las condiciones de desigualdad en la que se encuentran las idols femeninas, sobre todo a la hora de ser juzgadas cuando cometen un error, según los criterios coreanos. De YG Entertainment se pueden contar varias historias a partir de un solo grupo (y uno de los más importantes en la historia del género): 2NE1. En 2014, 2NE1 se encontraba en el culmen de su carrera, cuando maliciosamente se difundieron rumores sin sentido acerca de la vocalista principal del grupo, “Park Bom”, en referencia al uso y tráfico de drogas. La crítica coreana se fue encima de la integrante de inmediato, exagerando y satanizando su situación. Un mal manejo del problema por parte de la empresa (YG), llevó al grupo a caer y ya no poder recuperarse, lo que (en conjunto con otras situaciones y otros intereses por parte de las integrantes) lo orilló a su desintegración definitiva. Caso contrario es el de BIGBANG (grupo de la misma compañía y los más grandes exponentes del género), quienes se han visto envueltos en escándalos similares, en los cuáles la compañía ha actuado a tiempo, y lo más contrastante, la población no se muestra tan cruel con ellos. 

Esta comparación sólo es uno de muchos ejemplos, como la diferencia en oportunidades de promoción y contratos, fácil de compararse entre grupos como I.O.I y Wanna One, ambos grupos femenino y masculino, que surgieron del programa Produce 101. Otra mención importante es “Hyuna”, quien siempre ha sido objeto de críticas, censuras, y “slut shamming” por sus presentaciones. Recientemente se reveló que mantiene una relación sentimental con “E’Dawn”, integrante de Pentagon, y aunque ahora la cultura conservadora no tiene piedad con ninguno de los dos, al inicio fue “Hyuna” quien tenía la mayor cantidad de críticas (tachada de acercarse mucho y mantener contacto físico con el idol en sus presentaciones de la unidad Triple H).

Por último, hay algo que ya no compete del todo a la población coreana, sino al análisis del estereotipo coreano que el resto del mundo se ha creado, principalmente el de los estadounidenses: racismo y xenofobia. Durante mucho tiempo, el mercado del K-pop se mantuvo exclusivo para el público de ese país, los japoneses, chinos, tailandeses y regiones cercanas. Pero poco a poco se expandió a otros países, realizó promociones en Europa y gran parte de Latinoamérica. No obstante, en el mercado más cruel, el estadounidense, la gran mayoría de los intentos se han visto frustrados. Los dos casos más recientes tuvieron resultados distintos, pero problemas similares. Primero está el de “CL” (líder y rapera de 2NE1), quien intentó abrirse camino en el mercado, haciendo amistades con artistas estadounidenses destacados y generando contactos importantes. El supuesto plan para “CL” era que lanzara un álbum, que hasta la fecha no ha salido, y que sólo la ha dejado como la amiga asiática exótica de Jeremy Scott. Es una lástima para quienes la conocimos aún en los escenarios con 2NE1, una de las presencias y talentos más destacables, reducida de pronto a nada y eclipsada por los estereotipos. 

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El otro caso es el de BTS, un grupo con talento inferior al promedio, que por la intensidad y dedicación de sus fans ha logrado una popularidad considerable. Ellos han acudido a premiaciones en Estados Unidos, han realizado presentaciones en su televisión nacional, lo cual se puede considerar como una historia exitosa; sin embargo, con sólo leer los comentarios que se realizan sobre su apariencia, cada que se presentan, basta para notar el racismo del que son víctimas. Al observar sus entrevistas, en las que sus actitudes se ven tan forzadas para ser agradables a un público que no conocen, es imposible no preguntarse: ¿está listo para enfrentar tanto un grupo tan limitado de talento, personalidad y un estilo poco definido? ¿Está dispuesto cualquier grupo o idol a dejar estadios que llena en su totalidad en países asiáticos para presentarse en un auditorio pequeño en Estados Unidos, donde menosprecian su trabajo, su talento y sus años de preparación?, ¿realmente merecen esa crueldad estadounidense? 

 Ante la adversidad, es necesario admitir que es difícil permanecer como espectador de este tipo de sufrimiento y explotación. Son pocos los grupos que encienden la luz y representan una verdadera oportunidad para enorgullecer el género (como LOONA, BLACKPINK o EXO). Así pues, resulta importante, sobre todo para quienes nos encontramos inmersos en el K-pop, preguntarnos: ¿vamos a ignorar estas problemáticas como lo hemos estado haciendo todo este tiempo?, ¿vamos a mantener y reproducir las prácticas que arraigan la existencia de estos ideales?, ¿realmente existe algo, como fans internacionales, que podamos hacer para proteger la integridad de los idols?, ¿hasta qué punto podemos y se nos permitirá llegar?, ¿cuál es nuestra postura? Hay mucha oscuridad detrás de esos escenarios coloridos e iluminados, detrás de esas pieles perfectas y cabelleras de colores, de esos coros obsesivos y esas coreografías adictivas. The K in Kpop stands for Korean, but also for darK. 

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