Por Daniela Ponce
10 de septiembre, 2019
Desde que, gracias a Google, el conocimiento ilimitado está a un enter de distancia, cualquiera puede sentirse experto en un tema: una leída rápida a uno que otro articulo y listo, gente que no tiene ni idea de la diferencia entre Prêt-à-porter y Haute couture puede sentirse experta en moda, y por lo mismo, con todo el derecho de abrir su bocota -o teclear con sus dedotes- y criticar a cualquiera que se le ponga enfrente.
Como hace unos días, en la noche de los Oscars: Twitter, Instagram y Facebook se llenaron de usuarios -seguramente en pants- expresando su crítica acerca del terciopelo de Jason Momoa, el smoking/vestido de Billy Porter, el traje de Elsie Fisher, y por qué no, el vestido de Yalitza (entre muchos otros, obviamente).
Las reacciones iban desde el aplauso absoluto, al odio total; de muestras de apoyo a la interrogante y al cuestionamiento directo; de la admiración al clásico “yo lo pude haber hecho mejor”. Pero no, querido, por una u otra razón no fuiste tú quien lo hizo. Y no, no estoy defendiendo -ni atacando- a los stylists de nadie. Te estoy criticando a ti: a ti que llamaste anciana y anticuada a Glenn Close y/o que dijiste que Yalitza fue opacada al usar la pieza de Rodarte. A ti que no distingue a la persona del trozo de tela. A ti que crees que cualquiera de ellas es menos por su elección de ropa. En tu defensa, no eres el único. Socialmente amamos la gandallez: nos gusta la sensación de superioridad que otorga la crítica; siempre y cuando te toque estar del lado del criticón y no del criticado. Pero, obviamente, que haya mil personas haciéndolo -al grado de que sea el hilo conductor de cientos de programas- no lo justifica ni hace que sea útil. Porque tampoco caigamos en el drama innecesario, ni siquiera me atrevería a decir que es incorrecto. No soy nadie para determinar la ética o la moral, pero quizá sí la utilidad y/o el valor de dicha critica y lo que significa dependiendo de quien venga y de donde provenga. Porque al final, solo son trozos de tela: recortadita, brillosita y todo lo que quieras, eso sí; pero tela al fin. Por lo tanto, no le podemos adjudicar la memorabilidad de una actriz, o el talento de un actor -porque ni ellos son los que lo eligen. Sí, un buen outfit sí influye, pero no por el outfit en sí mismo, sino por quien lo trae puesto. Más allá de un vestido que pudo o no ser más favorecedor, Yalitza pasará a la historia de los Oscars, no por su outfit, sino por lo que representa y el camino que ha transcurrido estos últimos meses, al igual que Billy Porter: cualquiera puede usar falda, la diferencia está en quien la usó, dónde lo hizo y lo que representa. La gente no es lo que usa, sino lo que hace, lo demás sólo es ropa, una envoltura que no hará a nadie más o menos capaz.
Porque al final, en cualquier caso, desde celebridades y diseñadores hasta lo que eliges cada mañana, en California o el lugar desde el que me leas, entender la moda, no es más que desentenderse de ella.