Foto diarios: Adriana Hoyos

Éramos felices viajando y no nos dimos cuenta. (Balcanes)

Hace dos años, cuando el mundo se disfrutaba sin mascarillas, alcohol en gel, tomas de temperatura y “sana distancia”, decidimos viajar a una de las regiones de Europa más devastadas por una guerra cruda y noventera que aún presiona su huella entre hermosos paisajes, ex-comunismo, arquitectura brutalista y esqueletos de concreto agujereados que son testimonio vivo de tales barbaries en tiempos modernos: Los Balcanes.

En nuestro auto-tour recorrimos entre trenes, buses y ferris Serbia, Bosnia, Croacia, también Hungría y Eslovenia que no forman parte de la zona Balcánica. Cinco fronteras, monedas e idiomas diferentes; agentes migratorios malhumorados, residuos ex-comunistas grafiteados por todos lados, fortalezas del medioevo, influencia austro húngara y turca nos acompañaron y contrastaron nuestra visita a cada país. Mucha gente se crió y aprendió algo de español con novelas de Televisa, como Rosa Salvaje (Con la mamá de Cristian Castro) y por eso les caemos bien los mexicanos, su pronunciación no es mala. Fue un viaje increíble pero muy reflexivo, extraño el café serbio (como el turco) con su turkish delight que tomaba cada mañana.

1.3
1.2

California, el estado que es un país dentro de un país.

Me crié en la frontera con Arizona y a un costado de California, pero siempre quise hacer un viajecito por carretera o “Road Trip” como le dicen en inglés, así que rentamos un carro en Phoenix y recorrimos parte del desierto de Arizona hacia el parque nacional Joshua Tree y después del año nuevo manejamos hacia la costa de Orange a San Clemente, terminando en San Diego.

2.1

En Joshua tree tuvimos la tremenda suerte de llegar un día después de una gran nevada que no se había visto en muchas décadas y entonces el paisaje pasó de árido y sereno a muy frío y poblado de turistas, hippies y yoguis, buscando la iluminación y caminar por la nieve de 15 centímetros, oír su crujir y admirar su paisaje onírico, una mezcla entre los sets de Barbarella y Fargo..bien raro, bien bonito. Cenamos en un restaurante vietnamita en la víspera del año nuevo.

Viajando hacia San Clemente cambiamos de chip : ¡Estamos dentro de la canción de Surfing USA de los Beach boys! (muy retro la referencia) ; las palmeras californianas, las playas frías pero soleadas, los niños y los surfistas bañándose en sus aguas heladas, malteadas y hamburguesas de shake shack en un risco frente a la playa y de “cherry on top” el silbido del tren Pacific Surfliner enfrente a nuestro alojamiento por la mañana. Regresamos a CDMX relajados y entusiasmados por lo que creíamos que vendría en el 2020….

Primer viaje en tiempos de pandemia (Tlatlauquitepec)

Empezamos la cuarentena pensando que acabaría en unos meses, de verdad no salíamos más que para lo más indispensable, por agosto no podíamos más con el confinamiento y en un artículo leí que algunos pueblos mágicos que “abrirían al público” por decirlo así.

Tlatlauquitepec, Puebla, decía: nunca había escuchado de este lugar, catalogado como un Pueblo mágico, no es popular como Atlixco, Cuetzalan o Zacatlán de las Manzanas pero por sus fotos, lo suficientemente bello y no tan popular para visitar en tiempos donde no necesitamos estar rodeados de una multitud de fugitivos turistas desobedientes igual que nosotros..

Hicimos los arreglos y rentamos un carro para llegar allí, después de casi 4 horas el ambiente se cubrió de neblina y de bosque tropical .Nos alojamos en el mejor hotelito del pueblo el cual estaba vacío al momento y escogimos la mejor habitación con una de las vistas más increíbles que hemos tenido en México, hacía el Cerro el Cabezón y por una muy moderada cantidad.

Efectivamente no había turistas o tal vez un puñado de turistas de las cercanías de Puebla o Veracruz. Tlatlauquitepec es un pueblo tranquilo, aunque pareciese que la pandemia no les llegó, la mayoría usaban su cubrebocas, el lugar cuenta solo con tienditas y pequeños restaurantes locales o fondas, allí se vive “entre las nubes”, pensé… ‘Han de ser muy buenas personas porque están en un pedazo de cielo en la tierra y su imponente cerro es su dios’. No vimos ningún mercado ambulante ,pero hay señoras por todo el pueblo vendiendo fruta, verdura, quesos y tamales.

3.9

Muchas actividades turísticas estaban suspendidas y la parroquia estaba cerrada, pero tuvimos lo suficiente para tres días; por las mañanas desayunamos en la terraza del hotel un aromático café de olla, tlayoyos (no tlacoyos) rellenos de arvejón y carnes ahumadas, especialidad de la región, así como el café. Caminamos por todo el pueblo, bajamos al campo, para ver sus riachuelos, borregos y vacas más de cerca. El hijo del dueño del hotel nos llevó a una cafetalera a la que no llegamos a tiempo pues nos atrapó una tomba en la carretera, pero sí llegamos a tiempo para admirar una poderosa cascada y ver a las luciérnagas en la penumbra de la noche sobre la presa La Soledad. Con el mismo guía al siguiente día nos metimos a una pequeña cueva en el cerro e hicimos tirolesa en medio de la densa neblina. El aire es tan puro que desearías comprarlo para respirar en casa.

Foto diarios: Adriana Hoyos