Emily Bode retoma las historias personales como punto de partida para sus colecciones. Para la colección primavera del 2018 su marca epónima sitúa la narrativa en un espacio del hogar: el ático –le grenier, en francés−, al que la misma diseñadora define como el lugar para retomar historias del ayer y reflexionar sobre la mortalidad.
Bajo esta premisa las prendas se presentan una tras otra con una mezcla equilibrada de estampados, reunidos gracias a la paleta cromática que otorga el protagonismo a las texturas. Es en el manejo de textiles donde el talento de Bode se muestra con mayor fuerza; en el desarrollo de esta colección utilizó alrededor de 150 telas, algunas de ellas rescatadas de tapicería de muebles de 1960.
La nostalgia que engloba a la colección, en parte por los estampados y los colores que indiscutiblemente remiten al pasado, logra encontrar un lugar en presente en el juego que hace la diseñadora al combinar líneas y flores en prendas con cortes sencillos, lo que evoca sentimiento de optimismo al espectador.