Por Mónica Morales

Emily Bode retoma las historias personales como punto de partida para sus colecciones. Para la colección primavera del 2018 su marca epónima sitúa la narrativa en un espacio del hogar: el ático –le grenier, en francés−, al que la misma diseñadora define como el lugar para retomar historias del ayer y reflexionar sobre la mortalidad. 


Bajo esta premisa las prendas se presentan una tras otra con una mezcla equilibrada de estampados, reunidos gracias a la paleta cromática que otorga el protagonismo a las texturas. Es en el manejo de textiles donde el talento de Bode se muestra con mayor fuerza; en el desarrollo de esta colección utilizó alrededor de 150 telas, algunas de ellas rescatadas de tapicería de muebles de 1960. 



La nostalgia que engloba a la colección, en parte por los estampados y los colores que indiscutiblemente remiten al pasado, logra encontrar un lugar en presente en el juego que hace la diseñadora al combinar líneas y flores en prendas con cortes sencillos, lo que evoca sentimiento de optimismo al espectador.  








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LE GRENIER DE EMILY BODE