Post Tenebras Lux
Texto: La Marmota @lamarmota567
Post tenebras lux es una película tan enigmática como lo es divisiva. Existen muchas cosas que podrían decirse sobre esta cinta, suficientes para asentar largas páginas de discusión, sin embargo, dejaré mi reseña sencilla y digerible en un par de minutos.
En su momento, este se convirtió en el cuarto largometraje del director y escritor mexicano, Carlos Reygadas. Este es conocido por realizar entregas con una narrativa que es poco clara y donde la naturaleza es uno de los elementos predominantes. Post tenebras lux no es la excepción. La obra debutó en el Festival de Cannes del 2012, y causó una división inmediata tanto en el público como en el jurado. Esto no impidió que Reygadas fuera galardonado con el premio al mejor director del festival.
La primera escena escala rápidamente a convertirse en una de las más potentes de toda la obra. Se muestra a una niña jugando en el campo y corriendo alrededor de vacas y perros, poco antes de verse enfrentada con la oscuridad del anochecer y el rugido de los rayos.
Posteriormente, la cámara viaja lentamente por lo que parece la sala de una casa mientras sigue a una figura iluminada que se muestra como un diablo. Este personaje, que aparece sin ninguna explicación, se dirige al cuarto de los que conoceremos como personajes principales, Juan y Natalia. Estas imágenes proponen de inicio un planteamiento dicotómico que se verá por el resto de la película; infancia y adultez, pecado y pureza, luz y oscuridad.
El tono que presenta la cinta es uno lento y calmado, casi letárgico. Incluso en las secuencias cuando existe una confrontación o alguna actividad más acelerada, la voz de los personajes solo se alza hasta cierto nivel y se mantiene cierta tranquilidad. Esto, sin embargo, no lo vuelve monótono.
Los escenarios cambian constantemente e invitan a explorar las imágenes mientras se contemplan. Y no molesta esta experiencia, entre más se deja llevar uno y seducir por sus encantos, el film se va haciendo más disfrutable. La cámara, que de a ratos parece caleidoscópica, suma a la construcción de una atmósfera que parece soñada. La narrativa – o falta de esta – se va desenvolviendo a partir de secuencias que muestran a los personajes en diferentes momentos de un tiempo fragmentado, agregando poco o nada a su presencia o su razón de ser. Esto último es un punto positivo, pues la obra trata más bien de sugerir imágenes o situaciones que lleven a la reflexión, y eso lo logra. Es como recordar un sueño que no necesariamente parece dotado de sentido, pero el proceso de desentrañarlo, y sobre todo el de experimentarlo, permanecen como un placer.
Hay varios momentos de la película que no siento acertados y que, de hecho, desfasan con el resto. La escena en donde Juan golpea a un perro a puñetazos sobra completamente y se siente como un elemento provocativo que no va con el resto de las imágenes y es, francamente, desagradable.
Critico también la escena en que Natalia tiene sexo con varios hombres mientras Juan observa y otra mujer la calma, pues considero que se explota la sexualidad, sobre todo femenina, con motivos que parecen no tener otra justificación más que llamar la atención. Por supuesto que estos pueden ser calificados de “artísticos”, lo que sea que eso signifique, y suman a la atmósfera onírica, pero utilizar este tipo de recursos explícitos se siente barato.
Esta es una cinta que, como ya se mencionó, invita a la reflexión. Si bien, es bastante molesto que los realizadores, de vez en cuando, propongan un sinfín de ocurrencias injustificadas bajo la excusa de hacer “arte”, hay algo que extraer de esta película. Como se mencionó desde el principio, existe un contraste marcado de signos que se presentan constantemente, estos siendo principalmente la infancia y la adultez. Cuando el diablo aparece por primera vez, pasa por alto a los niños, como si no pudiera trabajar con ellos, y en vez de eso se dirige a los padres. A lo largo de la obra se muestra a los adultos librando sus batallas: peleas maritales, abandono de la familia, heridas mortales, adicción a la masturbación, entre otras; mientras que los niños siempre aparentan despreocupados o en un estado de gozo de su niñez.
En la escena donde Natalia toca una canción de Neil Young en el piano (una imagen maravillosa, por cierto, que refuerza el tema del sueño), Juan habla de su infancia, o de alguna vida pasada, en la que los problemas parecían alejados. Lo que Reygadas podría estar planteando es un ciclo, extenso o infinito, en el que se cruzan los dos lados de la moneda una y otra vez; se es feliz y luego se sufre, se peca luego y se redime, se es niño y luego adulto, viene la luz y luego las tinieblas, así una y otra vez.
La atmosfera onírica podría hablarnos de cómo percibimos este ciclo. La vida cambia, se transforma, viene y va. Es tan corta y larga como un sueño que se experimenta y luego se despierta. Pero bueno, esto solo es una interpretación. Mejor ver la película por ustedes mismos.