Por Daniel Zepeda

De manera inherente, la naturaleza del espíritu joven atrae panoramas nuevos con el afán de ir más allá de la cotidianidad de su entorno, éste toma referentes vivenciales propios y los traduce en enfoques que interpretan y reflejan el entorno en que el creativo se desarrolla. Esto, atrae nuevas olas de tendencias y discursos que se replican paulatinamente en diversas partes del planeta, creando una identificación y difusión de aquellos ideales. 

Este tipo de fenómeno lo hemos visto replicarse en las escenas locales –hablando de moda–  y ponen en el radar a los lugares en los que no se perciben como cuna de la proyección estética, tal fue el caso de Amberes en los ochenta con The Antwerp Six y hace dos años en España con Filip Custic y Palomo Spain. Ambos lugares posee latitudes diferentes y modelos mentales que difieren el uno con el otro, sin embargo éstos posee un mismo discurso que representa y representará el epítome del pensamiento de la juventud: “We have our own visión”. 

No obstante, dicho fenómeno es recurrente en cualquier parte del mundo sin importar que tan desarrollado esté el país. Pues éste, tendrá un ideal en contra corriente al sistema, elemento o suceso que oprima la libertad de expresión de dicha generación. Pero, ¿qué hace que en ciertos lugares sean más sobresalientes que otros? La respuesta se encuentran en que esta oleada está en el contexto y momento histórico correcto para lograr que dicha estética sea atractiva y replicada en lugares ajenos a su origen, uniéndose al hype colectivo logrando que la voz idealizada sea dada. Tal es el caso de la estética post-soviética de los años noventa, la cual fue expuesta a la luz de las masas alternativas –para finalizar en el mainstream– por medio de Demna Gvasalia y Gosha Rubchinskiy, permitiendo con ello que los ojos del mundo se pararan en un lugar donde el apoyo institucional al sector creativo es inexistente: Europa Oriental. 

La estética post-soviética que manejan Gvasalia y Rubchinskiy, se puede definir bajo ciertos códigos visuales y piezas en específico que le asemejan a movimientos sociales de otras partes del mundo, así como con sucesos herméticos de su país en dicha época. Un ejemplo son las sudaderas y piezas de corte deportivo que ambas marcas poseen, las cuales hacen un revival del boom capitalista en los noventa, en el que nuevos mercados abiertos a través del territorio post-soviético fueron inundados con piratería china de marcas de culto en el ámbito deportivo, asimismo las siluetas y paletas de color características de la mafia rusa, cuyos miembros vestían con voluminosas chaquetas, trajes mal ajustados de hombreras pronunciadas, todo con el fin de impresionar en lugar de aparentar buen gusto. Uno y otro son provenientes de una juventud que, antes de la disolución de dicho régimen, tuvo el reto de confrontar, como creadores, la manera de desarrollarse en un periodo en el que la moda comercial estaba fuera de su alcance. De igual manera, pasaron por una de las épocas más polémicas de la misma: los noventa marcados por el fin a la censura y el consecuente acceso a las artes, la cultura occidental y el capitalismo.

Sin embargo, en vez de retomar y explorar el pasado como hacen Rubchinskiy y Gvasalia, los nuevos talentos emergentes de Europa Oriental, están enfocados en la búsqueda de una identidad e independencia que se les ha arrebatado por conflictos políticos y económicos que se generaron en parte por la unión soviética. La moda que representa Europa Oriental es gran parte de esta cultura visionaria y fresca que más allá de aparentar tintes nacionalistas plasmados en indumentaria básica con alfabeto cirílico, desea expresar sus ideas sin limitación alguna.

MISBHV

Tomando ventaja de la tendencia omnipresente del streetwear, Natalia Maczek y Thomas Wirski, crearon un equilibrio perfecto entre vibe noventero impuesto –ya por el hype post-soviético– y siluetas que se adaptan a los cortes contemporáneos sin caer en el revival del ambiente en el que crecieron.

 

YULIA YEFIMTCHUK

Sin interés de crear una imagen ideal sobre una persona, la iconografía comunista y socialista que baña a las colecciones de Yulia Yefimtchuk, proyectan una idea esperanzadora de la utopía soñada, más allá de la historia de la opresión. Pues según Yefimtchuk, es más interesante cuando tu ropa es comprendida por distintas generaciones. 

 

ANTON BELINSKIY

Nominado al premio LVMH en 2015, Anton Belinskiy, canaliza la rebelión cultural, el romanticismo juvenil y la crítica social. Su última colección, gira al rededor de las personas que están cerca de él y en su ciudad, sin tener tonos nacionalistas.

 

LYBID

Lybid, nombrada como el río que fluye a través de Kiev, es la marca de culto recientemente creada por un grupo de jóvenes ucranianos apoyados por Anton Belinskiy. El debut de su primer colección fue presentado en el One Day Project de Kiev, en donde mostraron una línea de básicos deportivos en una paleta monocromática que no pretende generar algún tipo de referente nacionalista o pretencioso.

CAT-B AGENCY

Siendo ahora un referente de arquetipo de modelos gracias a Gosha Rubchinskiy, Ucrania, ha marcado una nueva faceta en los estándares de la belleza contemporánea. Abriendo las puertas a nuevos proyectos que buscan ofrecer una voz alternativa e incluyente en la diversidad racial y corpórea, tal es el caso de Cat-B, quienes han sido imagen del diseñador predilecto de Ucrania, Anton Belinskiy, y de una de las artistas más sonadas de la escena ucraniana: ЛУНА (Luna).

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