Por Rodolfo Sousa Ortega
09 de septiembre, 2019
A finales del año pasado se cumplieron treinta años de la muerte de Federico Moura, el líder y vocalista de la banda argentina de pop Virus. Como con una elegancia atemporal, una belleza que trascendía el parentesco con un efebo eterno y una voz de terciopelo (lo que sea que eso signifique), se extraña a Federico, aun cuando no se le conoció, y se le desea, cualidad de los eternos adolescentes, como se le desea a Rimbaud o a Jeff Buckley.
El rumor es que se llamaban Virus porque uno de los tres hermanos Moura que la integraban, procedentes de La Plata, Argentina, sufría de una gripe casi crónica. Al pensar en la muerte del vocalista, cuando tener VIH era una condena de muerte, se piensa que nombre es destino. Efectivamente, pienso que en el caso de Virus, nombre es destino, pero por razones más intrincadas en las que están en juego dos aspectos: la militancia política de la banda (y de la familia Moura) y la coautoría de Roberto Jacoby (Buenos Aires, 1944) en las letras de muchas de sus canciones.
“Encuentro en el río musical” https://www.youtube.com/watch?v=nBC6T6uvTYg
Los hermanos Moura ya habían perdido a uno de los suyos durante el proceso de reorganización nacional, la sangrienta dictadura de 1976 a 1983 que dejó más de 30,000 desaparecidos. El evento de la detención a plena luz del día en casa de la familia no sólo produciría un fuerte impacto en sus familiares, sino que sería quizás la semilla de una militancia estética que se llevaría a cabo unos años más tarde. Mientras que muchas bandas de rock de la época cantaban intrincadas metáforas sobre el terrorismo producido por el Estado para confundir a sus censores (de los famosos hits de Charly García “Nos siguen pegando abajo” o “No soy un extraño” a agrupaciones de culto que nunca desearon proyección en el extranjero, sino causar efectos en la conciencia nacional, como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota), la estrategia de Virus era producir un espectáculo carnavalesco en el que se buscaba la inversión de los roles sociales y la alegría desmedida. Siguiendo ese viejo deber de las revoluciones alegres, cabe la sintonía con el poeta argentino Paco Urondo, otra víctima de los crímenes de Estado, quien escribió: “A la estética, ética. Esquive la anestesia. Diviértase, pero no se entretenga”.
Con una dictadura que desaparece los cuerpos, la dinámica escénica de Virus resulta micropolítica en el circuito under. Con el retorno a la democracia en 1983 y la salida a la superficie, Virus formaría parte de una movida artística en la que las políticas de los cuerpos tendrían nuevas preocupaciones en torno al goce, la emergencia de activismos LGBT y una lucha feminista que pugnaría por igualdad de condiciones laborales de la mujer.
“Me puedo programar”: https://www.youtube.com/watch?v=r23-Y6ElWV4
Descarto fantasmas, retengo sombras de ti
Además de los ocho integrantes de Virus, la escritura de las letras de las canciones estuvieron casi siempre a cargo de Roberto Jacoby, sociólogo y artista vinculado con la exploración de los nuevos medios, agente colaborador del teórico Oscar Masotta, durante las experiencias del Instituto Di Tella.
“Polvos de una relación”: https://www.youtube.com/watch?v=N3l7sWBRuls
Salvo por la figura del genio cantautor, es usual que las letras de las canciones sean escritas en duplas o en grupo. No es lugar para disertaciones sobre autoría colectiva, tradición y archivo en las canciones populares, pero si no lo es, lo hacemos por ustedes. Citemos por convenir a Giorgio Agamben, quien vincula el verbo trovare (componer) con la estancia amorosa, el regazo espacial en el que se puede retener lo inefable. Habría entonces que revisar un diccionario de etimologías para comprobar que “componer” y “encontrar”, en francés e italiano, poseen la misma raíz latina tropare (hallar), pero también vinculada con el griego (girar, producir sentido). Los aedos griegos y los trovadores medievales usaron estructuras fijas y enunciados igualmente preestablecidos para producir exitosamente sus canciones, de la misma forma que un jazzista improvisa a partir de estándares y escalas existentes, halladas, que el autor selecciona. Así, Jacoby compone las letras de las canciones igual que un artista toma objetos cotidianos (object-trouvé), toma lo que encuentra, produce sentido, lo invierte o lo amplía a través de citas a otros autores. Por ejemplo, en el primer álbum de Virus, Jacoby adapta un poema de Francisco de Quevedo que refiere al amor como cárcel y enfermedad viral, para después añadir un estribillo en el que parece borrar la referencia al amor y otorgarle esas características al estatus moderno. La base de la dialéctica marxista se funda en que “Todo objeto moderno lleva en su origen su propia contradicción”, algo quizás tan parecido al amor.
“El corazón de Francisco de Quevedo”: https://www.youtube.com/watch?v=xzEVvPaXhHw
A lo largo de la discografía de Virus, la participación de Jacoby en las letras puede adivinarse por los guiños a las teorías de la comunicación problematizadas por los entonces nuevos medios. La mirada, el hallazgo, la rapidez, las superficies de inscripción lyotardianas y las superficies de placer, acaso guiño a la topología de Lacan a través de Masotta, se infiltran en las letras cantadas por Moura sobre ritmos pegajosos. De tal forma que amor y modernidad se vuelven intercambiables. La distancia, ya como extrañamiento sartreano o delay duchampiano, va perdiendo su espesor. Es a partir del juego de significantes intercambiables que Virus canta y hace bailar de tal forma que nos encontramos en un espacio único en el que la revolución alegre (antes de ser cooptada como slogan de políticas neoliberales) se hace manifiesta.
“Mirada speed”: https://www.youtube.com/watch?v=OmSUE-M5-UI
Así, las canciones de Virus parecen provenir de un archivo literario, de una masa semántica de la que se pueden extraer frases para elaborar todos los discursos posibles. Virus demuestra aquella idea de William Burroughs “el lenguaje es un virus del espacio exterior”: la voz que uso, no es mía, sino un implante externo, el resultado más efectivo de colonización, la palabra era alguna vez una célula neuronal sana y ahora es un parásito que invade y daña el sistema nervioso central que atraviesa las motivaciones e incide sobre nuestros deseos.
Todo lo dicho en este texto no es más que una serie de divagaciones pseudointelectuales basadas en pistas que la banda ha dejado en sus canciones, pero que podemos ignorar o que podemos tomar como guiño para que nuestra escucha adquiera otra capa de sentido, atender a la letra de “dicha feliz” (de la que, por cierto, Javiera Mena acaba de hacer un cover con su característica monotonía vocal) y preguntarnos si le estará cantando a la anestesia producida por el zapping televisivo. Tal vez sólo estoy evadiendo el hecho de que tengo un crush con un chico muerto.
“Dicha feliz”: https://www.youtube.com/watch?v=ct56M_-fkKQ