Por Cyn Maya
Fotografías de Santiago Felipe
04 de septiembre, 2019
En la vida de todos, siempre hay algo para lo que jamás estaremos listos, para una despedida, para un final, para una situación difícil, triste o complicada. Incluso a veces solo para continuar. Sin embargo, todos tenemos un detonante que desencadena una serie de emociones y reacciones de nuestra parte que no logramos controlar. Un trigger que muchas veces ni siquiera vemos venir pero sabemos perfectamente lo que es.
Para mi amigo Tony Solís y para mí, un gran trigger (sin duda) es la niña rara del cisne: Björk. Ambos estamos de acuerdo en que, poner una canción de la artista, es abrir las puertas del infierno. Estamos conscientes de que una vez que empezamos a escucharla, no podemos parar, hasta que su trabajo está hecho. Hasta que nos ha hecho añicos y no queda más que recoger los pedazos del suelo. Podría contarles sobre todos y cada uno de los tracks que pueden hacerme pedazos y luego unirme pieza por pieza. Que me dejan adolorida por días, que me hacen llorar con solo escuchar unos cuantos segundos.
Pero no, hoy quiero hablarles sobre mi más reciente encuentro con esta islandesa de voz gigantesca, monstruosa y violenta: Cornucopia, el show que en palabras de ella misma, es el show más grande y elaborado de toda su carrera.
Hablando desde una perspectiva técnica, Cornucopia es una obra maestra. Cada pieza del show encaja perfectamente en un todo que termina siendo demasiado abrumador. Cada detalle está cuidado a un grado casi obsesivo. El audio durante todo el show es perfecto, el sonido fue diseñado para ser envolvente. Es decir, que a lo largo de todo el recinto desde el fondo del mismo hacia adelante, hay bocinas que reproducen las diferentes capas de sonidos y melodías que integran todo el setlist de la artista, los cuales van desde sonidos de aves hasta el fluir del agua.
El diseño de vestuario y caracterización es hermoso, el sexteto de flautistas y su arpista lucían como hadas que por momentos rodeaban a la islandesa para tocar diferentes tipos de instrumentos. De igual forma los demás músicos en el escenario vestían atuendos similares y maquillajes que los hacían parte de la utopía de Björk. Pareciera como si ellos fueran así, que esa fuera su forma natural, los colores y destellos en la piel de todos parecía que emanaba de su piel, no como algo artificial, sino como un color y brillo propio y único.
Digno de una criatura que no pertenece a este mundo.
El maquillaje fue diseñado y realizado por Hungry, el artista que acompaña a Björk desde hace ya varias giras, el vestuario, fue diseñado por la casa Balmain, la cual también diseñó el primer vestuario que viste la artista, el orchid dress. Más tarde, hacia el final del show, cambia su vestuario por el sphaera dress diseñado por Iris Van Herpen. Los tocados en la cabeza de la mayoría de los músicos y coristas, fueron diseñados por el artista James Merry, quien ya había colaborado con Björk en Vulnicura, el álbum predecesor de Utopia.
La conjunción que existe en Cornucopia, de unir varios tipos de arte como el teatro, la danza, la música y la tecnología es increíble. Todo funciona de una manera casi natural, las proyecciones y la iluminación responden a cada momento del setlist, ya sea alto o bajo, fuerte y bajo, violento o armónico. Todo está unido de tal forma que pareciera que esa es la manera en la que todo lo que nos rodea tuviera que funcionar…
Y creo que ese es el objetivo de este show. Ya hablando de éste en un sentido un poco más profundo. Creo que lo que nos quiere decir Björk con Cornucopia es que debemos prestar atención a todo lo que nos rodea y salvar el mundo que estamos habitando y la única manera de hacerlo, es entenderlo, tomarlo en nuestras manos y cuidarlo. Construirlo cada día, cada momento. Porque solo así es como conseguiremos esa Utopía que a lo largo de una hora y media, nos mostró como una posibilidad tangible.
Y aún más allá, sabemos que el setlist del show está integrado en su mayoría por tracks que se desprenden de Utopia, el más reciente álbum de Björk. Así que, si regresamos un poco a donde nos habíamos quedado en Vulnicura, un álbum que dolió como nada ha dolido antes. Fue un álbum de una mujer que sufrió una pérdida amorosa, que siente como se le desgarra el pecho al sentir la ausencia a su lado. Vulnicura es un álbum de ruptura y un proceso de sanación.
Así que teniendo eso en cuenta, si escuchamos atentamente Utopia, nos damos cuenta que esa mujer encontró consuelo. Que encontró amor. Pero un amor por la vida, por salvar la tierra en la que habita. De un deseo de que los que la rodean crezcan y vivan con amor y dignidad. Con armonía y calidez. Así que no es de extrañarse que durante el show nos muestre estos mensajes, sobre construir nuestra propia utopía, de tomar el futuro en nuestras manos. Además de un mensaje de Greta Thunberg, una activista ambiental sueca de 16 años que nos habla de la gravedad de la crisis climática y de la gran y terrible negligencia que ha mostrado el mundo.
Con todo esto, es difícil de reponerse una vez que han pasado las horas, los días. Este show es tan abrumador que la catársis me ha durado días. Honestamente dudo mucho que pase pronto o que obtenga las respuestas que busco en poco tiempo.
No es fácil pararse a ver a esta mujer hipnótica de la que es imposible apartar la vista. No es fácil porque verla es verse en un espejo. Es sentir cómo todas esas cosas que nos persiguen desde siempre nos volteen a ver y cínicamente nos hagan saber que no se han ido. Y peor aún, nos hacen saber que cada vez hay más eventos pasados mirando nuestros pasos. Dejarla entrar a nuestros subconscientes es permitirnos ser vulnerables, es mirar nuestra verdad y nuestra realidad a los ojos. Es enfrentarnos a esos demonios que viven con nosotros. Es confrontar y crecer. Es poco a poco ver la luz.
No, no es fácil escucharla, mucho menos verla. Pero al mismo tiempo, es una de las experiencias más catárticas y hermosas de mi vida. Para mí fue como presenciar un acto mágico y violento. Me trajo tantas emociones que me costó trabajo articular palabra después de que terminó y agradecí con el alma haber ido sola. Sin duda es una experiencia extremadamente personal. Duele físicamente. Tanto, que al salir, no pude hacer otra cosa, más que buscar un vagón vacío del metro y desplomarme en el suelo, para poder llorar.