Por Redacción
El proclamado nuevo rey del cine de horror Ari Aster nos presenta su más reciente material: Midsommar, una película estadounidense-sueca producida por Lars Knudsen y Patrik Andersson, traída a México por Corazón Films y ahora en cartelera. En esta cinta cuya duración es de 147 minutos Aster nos muestra algo del horror de lo siniestro y lo paranormal, como en su anterior película Hereditary, estrenada el año pasado. La diferencia está en el tratamiento de la narrativa de la película, la cual inicia de la manera más tranquila para introducir al espectador en la trama a partir de las desazones de una relación de dos jóvenes universitarios (SPOILERS a partir de este párrafo).
Midsommar puede ser un mal viaje de drogas o la mejor de las experiencias con psicoactivos que hayas vivido, algo muy similar a lo hecho por Gaspar Noé en Enter The Void (2009) y Climax (2018). No obstante, Aster no pretende provocar sino más bien detonar emociones desde el inicio, ya que prefiere situar bien a cada personaje y elaborar un breve perfil psicológico de cada uno mientras la trama empieza. Christian y Dani son una pareja de universitarios estadounidenses, quienes estudian carreras afines a las humanidades (al igual que el resto de su círculo de amigos), por lo que a partir del hecho trágico de la muerte de los padres de Dani deciden viajar al norte de Suecia, invitados por un amigo-compañero de clase. El trasfondo conflictivo de este viaje es el noviazgo decadente de los protagonistas, los cuales pelean todo el tiempo debido al apego y a la dependencia emocional de Dani, pero también al descuido involuntario y a la personalidad dispersa de Christian. Inicialmente el viaje sería sólo entre chicos, lo que incluye a Chris y a otros 3 colegas, interesados por explorar la cultura sueca al norte del país, invitados a celebrar el solsticio en una comunidad alejada, algo parecido a una práctica de campo pero que involucra sustancias psicoactivas.
Pero en un intento desesperado por evitar dramas innecesarios y alentar a Dani a seguir adelante, después de la muerte de sus padres y el suicidio de su hermana, Chris decide llevarla al viaje.
Al inicio todo transcurre con completa calma, a pesar de que la pareja protagonista continúa tensa, e incluso uno puede relajarse lo suficiente para evaluar la calidad de la fotografía, los enormes campos de Suecia y los tornasoles que irradian paz y tranquilidad. La comunidad a la que llegan es similar a la de unos amish, ya que evitan el uso de la tecnología y viven de lo que ellos mismos elaboran, todo bajo un aparente ambiente de fraternidad: el retiro espiritual perfecto so far.
Sin embargo, Aster nos brinda algunos elementos o pistas que nos hacen pensar que algo muy malo sucederá en cualquier momento. No se trata de monstruos, personajes deformes o malévolos, sino de simples personas que parecen tan felices que dan escalofríos. El mal viaje empieza cuando los invitados perciben costumbres extrañas relacionadas con la brujería y con ciertos rituales chamánicos, recordemos que todo el tiempo se encuentran bajo el influjo de alguna droga provista por los habitantes de la comuna, con el pretexto de que será buen aliciente para adquirir un nivel de consciencia más elevado.
El detonante central del horror inicia con un sacrificio humano, del cual los visitantes no tenían idea: la inmolación de dos ancianos, costumbre ancestral de esta tribu según narran los sabios de la comuna. Puesto que creen en la “circularidad” de la vida humana asociada a la naturaleza cíclica en donde todo nace, se desarrolla y perece para volver a nacer, ven en el sacrificio una etapa más, por la cual todo integrante deberá pasar algún día. Pero los extranjeros, horrorizados por observar lo visceral que puede ser tal suceso, intentan huir, disgustados por no haber sido advertidos; de hecho consideran que este retiro espiritual empieza a convertirse en otra cosa para lo que no estaban en absoluto prevenidos. Sin más rodeos, Aster nos introduce al viejo y conocido mundo de la tragedia clásica, la cual, según los historiadores, toma de la tradición de los misterios primitivos gran parte de su material mitológico, el cual posiciona a dos deidades antitéticas como representantes del orden y la pureza, por un lado, y el caos y la verdad sanguinaria inherente a la naturaleza animal del ser humano, por el otro. Esto, combinado con las formas rituales de las antiguas tribus nórdicas, crea una atmósfera única sobre la cual discurre ese “horror psicológico” en el cual se encuentran sumergidos los protagonistas, al momento de adentrarse en una realidad distinta (con ayuda de los psicoactivos) y percibir lo real que está debajo de lo aparente en las relaciones sociales de la comuna. Nuestra heroína, Dani, desconfía bastante en un principio de todo lo que pasa, pero después de quedar decepcionada por las actitudes de su pareja decide tomar el brebaje ofrecido para una de las ceremonias más importantes del solsticio: la elección de la reina de la primavera. Algo que también nos transmite un aire de las antiguas sociedades matriarcales, regidas por una fémina, considerada como una divinidad que propicia la fertilidad de la tierra y de los hombres.
Parece ser que Dani toma entonces un papel vengativo, y se deja llevar por el delirio de la bacanal que se organiza en su honor, donde las mujeres se encuentran en total desenfreno y en trance al danzar durante horas alrededor de lo que parece ser un tótem. La historia cobra entonces un aire macabro, en donde los visitantes masculinos son asesinados y Dani desborda una profunda ira al enterarse por cuenta propia del rito sexual en el que se involucró Chris mientras ella era coronada reina del festival. Entonces, el mar de emociones por el que atraviesa la protagonista la lleva a la locura, tomando la fúnebre decisión de sacrificar a su propio novio, todo sea para “saldar” las deudas de sangre y reducir la tensión interna de la comuna, creencias antiguas tomadas por Aster de una larga e interesante documentación sobre el comportamiento religioso de las culturas primitivas. A pesar de que es una cinta algo extensa el letargo no se hace presente, puesto que la narrativa es excelente, en combinación con el suspenso y el toque fantasmagórico que brinda la experiencia con lo que, al parecer, es LSD administrado por los pobladores.
Ari Aster lo hizo una vez más, pero esta ocasión nos muestra su lado más sombrío al enfrentar nuestros más profundos miedos relegados al inconsciente con un tratamiento único de la luz, en donde todo es claridad (superficialmente) pero donde, también, la carne viva del conflicto insalvable de la condición humana se encuentra presente, oculta, esperando la disolución del yo individual para brotar por medio de las más brutales expresiones hasta alcanzar la unidad en el caos primordial de las sangrientas experiencias que nos harán contemplar muerte y vida como parte de un Todo. A fin de cuentas, ¿qué podría salir mal en un retiro espiritual en los verdes campos de Suecia?