Por Redacción

Estatua de Hatshepsut, reina-faraón de la dinastía XVIII.
Estatua de Hatshepsut, reina-faraón de la dinastía XVIII.

Estatua de Hatshepsut, reina-faraón de la dinastía XVIII.

En los últimos años hemos sido testigos de cambios vertiginosos en el ámbito cultural y político de occidente, el ejemplo más recurrente suelen encabezarlo los movimientos sociales que busca reivindicar, visibilizar o rememorar causas como la tolerancia hacia los colectivos LGBTTI+. La subdivisión y distinción entre orientación sexual, identidad y género puede volver más complejo el identificar cada uno de estos grupos; no obstante, el más polémico siempre suele ser el caso de los individuos que se aceptan como personas “trans”. Bien pueden ser transgénero o transexuales (el primer grupo busca su transición hacia un género distinto del que le fue asignado al nacer; el segundo grupo reafirma su transición con la alteración genital, más acorde al género con el cual se identifican), el punto es que han estado en la mira de grupos conservadores que acusan a la ideología liberal-progresista de promover e incitar a las nuevas generaciones a renunciar al orden binario (hombre-mujer) adquirido a través de la relación individuo-sociedad.

Estatua encontrada en la supuesta tumba de la reina/rey, en el Valle de los Reyes.
Estatua encontrada en la supuesta tumba de la reina/rey, en el Valle de los Reyes.

Estatua encontrada en la supuesta tumba de la reina/rey, en el Valle de los Reyes.

Pero sucede algo curioso si revisamos la historia, lo cual nos revela cómo las mentalidades han cambiado con el paso del tiempo y con diferencias notables de cultura a cultura, especialmente si abandonamos occidente y nos vamos hacia el continente africano, para ser más precisos, hacia el antiguo Egipto. La civilización de los faraones, las momias y las pirámides conserva todavía muchos secretos, entre ellos está la historia de Hatshepsut, hija del rey Tutmosis I, de quien apenas hace un par de décadas se sabe que fue lo más cercano a una persona trans en la actualidad. Sucede que al fallecer su padre fue necesario que alguien conservase el linaje real de su dinastía (XVIII), cosa que tradicionalmente pasaba de padres a hijos primogénitos varones según el orden patriarcal de esta civilización.

Recordemos que en la antigüedad la realeza solía reproducirse entre miembros de la misma familia, como pasó con Hatshepsut y su hermanastro Tutmosis II, quien falleció al poco tiempo de consumarse el matrimonio. Muchos historiadores coinciden en ver en la reina no sólo ambición, sino también astucia y gran capacidad para disuadir a sus enemigos palaciegos, quienes quedaron poco conformes cuando ella decidió tomar el cargo de faraón, algo jamás registrado hasta entonces. Después de 7 años, la reina/rey comenzó a adoptar una actitud y un carácter enteramente masculinos, hasta el punto de usar los atavíos propios de un rey, incluyendo la corona doble (Alto y Bajo Egipto) y la barba postiza. Estos símbolos daban legitimidad al reinado de Hatshepsut ante el clero y la milicia, quienes (ahora se sabe) nunca estuvieron de acuerdo con tener a una mujer como faraón, encarnación e hijo directo del dios Horus, según sus creencias religiosas. Tal fue el rechazo que al poco tiempo de fallecer Hatshepsut su nombre fue eliminado de todos los templos [1], sus estatuas fueron destruidas, nariz y boca eliminadas por completo, lo cual imposibilitaba el paso del difunto al más allá.

Supuesta imagen hecha por algún obrero/esclavo que representa a Hatshepsut con su amante, el arquitecto real del templo en Deir el-Bahari.
Supuesta imagen hecha por algún obrero/esclavo que representa a Hatshepsut con su amante, el arquitecto real del templo en Deir el-Bahari.

Supuesta imagen hecha por algún obrero/esclavo que representa a Hatshepsut con su amante, el arquitecto real del templo en Deir el-Bahari.

Así pues, la reina/rey gobernó una nación en continuo conflicto, hasta que otorgó el cargo de visir real a Hapuseneb, sacerdote mayor del clero de Amón, el dios más importante en la ciudad de Tebas, donde se encontraba la corte de Hatshepsut. Dar un título nobiliario a un personaje sin sangre real fue otra excepción a la regla, donde la reina/rey vio la gran oportunidad de tener estabilidad y bloquear a sus adversarios al interior del palacio. Muchos aseguran que hubo algo más que amistad entre Hatshepsut y Hapuseneb, pues él mismo fue quien se encargó de colocar a la reina/rey en el Valle de los Reyes, última morada de los grandes faraones de la civilización del Nilo. Pero también se rumora lo mismo de Senenmut, personaje involucrado con la realeza desde el reinado de Tutmosis I, padre de Hatshepsut.

Lo cierto es que amantes o no, los personajes masculinos quedaron a los márgenes; claro, con puestos importantes como arquitecto real, visir, superintendente del palacio, etc., pero dejando el más importante de todos, el de faraón, a una mujer: Hatshepsut, la princesa que se convirtió en rey y que descansó al lado de grandes figuras históricas como Ramsés II.

Mientras vivió, la reina/rey fue una gran diplomática, quien estableció relaciones comerciales con naciones como Punt, antiquísimos adversarios de los egipcios. Se dice que los habitantes de este lejano país quedaron impresionados con el despliegue de barcos y hombres (5 barcos y alrededor de 200 hombres), y de inmediato se mostraron abiertos a entablar diálogos comerciales con la corte de Hatshepsut. El encargado de “cerrar” el trato fue Nehesy, oficial de origen nubio (al sur de Egipto) quien aparece en los altorrelieves de Deir el Bahari, al igual que Senenmut y Hapuseneb, supuestos amantes de la reina/rey con importantes cargos políticos.

Estatua dual de Hatshepsut, representada con el tocado tradicional del faraón en un cuerpo de felino.
Estatua dual de Hatshepsut, representada con el tocado tradicional del faraón en un cuerpo de felino.

Estatua dual de Hatshepsut, representada con el tocado tradicional del faraón en un cuerpo de felino.

Lamentablemente sabemos muy poco sobre Hatshepsut, pues como se mencionó al inicio, su nombre y todo rastro físico de su existencia fue eliminado paulatinamente por las futuras generaciones de gobernantes, especialmente las dinastías XIX y XX. Pero gracias al trabajo de historiadores y arqueólogos se ha logrado rescatar algo de información en papiros, templos e inscripciones sagradas que sus adversarios no lograron borrar; entre los nombres de los involucrados resalta el de Howard Carter, figura nodal en el descubrimiento de la tumba de Tutankamón.

Hatshepsut falleció en el año 22 de su reinado, y en seguida se solicitó que fuese eliminada de la lista de los reyes de Egipto por órdenes del clero. Pero se cree que la orden venía de su hijastro, Tutmosis III, quien la sucedió en el poder. Sin embargo no se tienen datos suficientes para poder asegurarlo, ya que ambos fueron mandatarios a la par cuando él alcanzó la mayoría de edad, lo que no logró que Hatshepsut renunciase a la corona y a su lugar como faraón. A pesar de los intentos por borrarla de la historia, hoy podemos estar seguros de que las personas trans existieron desde tiempos remotos (con matices históricos distintos), y que no se trata de un invento o moda propia de la “ideología de género”. El ejemplo de Hatshepsut es muy lejano, pero siempre podemos recurrir a la historia o a la literatura en búsqueda de personas afines, de las cuales (por obvias razones) se tiene poco o casi nulo registro, pero que permanecerán como evidencia de que las ideas y los valores de verdad son relativos al contexto histórico en el que se desenvuelven, y que el ser humano se crea y se reinventa a sí mismo con el paso del tiempo.

Para más información mira este interesante documental:

[1] Eliminar el nombre de una persona de un templo era un acto muy común para condenar a los enemigos políticos al olvido, y por supuesto, cancelar de manera definitiva su paso a la otra vida.

Hatshepsut, la reina ‘trans’ del antiguo Egipto