ya-no-estoy-aqui-netflix-estreno.jpg
ya-no-estoy-aqui-netflix-estreno.jpg

Por Minerva Hernández

A principios de la década pasada todos en estos rumbos del internet vimos o conocimos el proyecto fotográfico Cholombianos de Stefan Ruiz; lo compartimos, discutimos y alabamos en reuniones y conversaciones casuales que buscaban hacernos ver más profundos. Vice lo explotó hasta el cansancio y todos pretendimos ser los más “fascinados” con el tema. Como cohabitantes de la ciudad de Monterrey junto a estos personajes retratados, nos hicimos los muy interesados en su cultura y en su estética, cuando en realidad lo único que hicimos fue fetichizarla para subirle unos cuantos puntos a nuestra escala de “cultos e intelectuales”.

Lo mismo sucedió con la música tribal alrededor de los mismos años, cuando tres jovencitos pasaron de tocar en tardeadas del underground a ser los headliners de los festivales más tendenciosos en México y el mundo. En el proceso recordamos a los seguidores mas fervientes y mostrados del genero, los jóvenes en Matehuala con su peculiar vestimenta. ¿Cómo olvidar aquellas botas que a todos nos volaron la cabeza? De nuevo estábamos ahí, encantados con la diversidad de nuestro país/región. Viéndolos desde lejos, apreciando cuando se nos dijo que estaba bien apreciar.

Ese efecto se ha ido replicando poco a poco con las cumbias, Celso Piña, Los Angeles Azules, Los Tucanes de Tijuana, Bronco, las gruperas, Pablito Mix, el reggaetón, por pensar rápidamente en ejemplos. Lo que encuentro como común denominador en todos estos fenómenos es que todas estas expresiones tuvieron que pasar por el White gaze para nosotros darles valor, o en ciertos casos aceptar que valoramos. Me es inevitable preguntarme si ahora nos gustan ciertas cosas porque otros países/esferas nos dijeron que se valía que nos gustaran o si todo el tiempo fueron de nuestro agrado pero colectivamente decidimos ocultarlo para tratar de insertarnos en la expectativa de “persona bien”.

algunas-escenas-de-la-pelicula_0_19_958_596.jpg
algunas-escenas-de-la-pelicula_0_19_958_596.jpg

Hoy en 2020, a casi diez años del boom del trabajo fotográfico de Stefan, otro producto audiovisual inspirado en la misma fetichizada cultura de la Kolombia se nos vuelve a presentar a través de una plataforma internacional a la que todos le hemos dejado bastante la responsabilidad de dictar como y que consumimos. Netflix lanza la película Ya No Estoy Aquí, escrita y dirigida por Fernando Frías de la Parra, la cual a diferencia de lo que muchos esperábamos, despertó comentarios y acercamientos que esta vez van por otro lado.

Una gran cantidad de regios usuarios de las redes sociales han expresado su indignación y descontento ante la película con el argumento “en Monterrey NO somos así”, preocupadísimos por qué pensarán en el extranjero sobre nuestra ciudad y su gente. Porque todo es muy interesante, pero de lejos, cuando no estamos en peligro de que la representación nos incluya en la misma categoría, claro siempre y cuando esta sea hacia abajo.

La realidad es que nadie nos invitó a este retrato, ni nos incluyó, ni nos quiso englobar, pero nuestro clasismo nos hizo inmediatamente deslindarnos de una cultura a la cual sabemos no pertenecemos. Todo esto al grado de hacer que no sabemos nada al respecto y jamás la hemos visto, a pesar de que esto es imposible porque vivimos en una ciudad polar, pero que tiene una escala de grises tremendamente extensa donde nos encontramos la mayoría. Una ciudad donde los extremos están a un túnel de distancia y la vista por las mañanas desde la ventana de los marginados da hacia los más privilegiados. Donde no podemos ignorar la existencia de estos sectores porque los vemos de paso todos los días atravesarse en nuestro camino a la escuela o trabajo.

0394705.jpg-r_640_360-f_jpg-q_x-xxyxx.jpg
0394705.jpg-r_640_360-f_jpg-q_x-xxyxx.jpg

Es claro que la vida de Ulises no nos describe, pero tampoco la de Cindy la Regia, ni Made in México, ni la Casa de las Flores. En su momento no leí un solo comentario regio preocupándose porque fueran a pensar en otros estados que todos los regios somos como Cindy, porque nos encanta que otros crean que si, nosotros no lo creemos, pero sí lo soñamos.

Porque el clasismo está mal cuando nosotros somos los de abajo, cuando nosotros somos o nos quieren categorizar como el Ulises de la ecuación, pero no cuando nosotros apuntamos al Ulises, al Shrek o a la Fiona en cuestión. Ahí solo es un comentario inofensivo cargado de humor de internet.

Nos gusta la música ligada a lo regional cuando Diplo hace un tweet al respecto, cuando los Tucanes forman parte de Coachella. Somos latinos y nos gusta el reggaetón cuando las máximas figuras fueron latinos blancos-passing y atractivos, somos mexicanos como Karla Souza y Cecilia Suarez y somos bien regios, pero no como Ulises, eh, regios bien.

No termino de entender como puede estar tan de moda ser tan woke y a la vez tan de moda dejar al clasismo salirse con la suya tan seguido.

“Ya no estoy aquí” o el regreso de las opiniones clasistas regiomontanas