Fotodiario: Marfa, Texas, con 150 dólares

Texto y fotografías por Tony Solis

Hace un tiempo, antes de que la pandemia iniciara y cuando no teníamos ni idea de cómo cambiaría nuestra vida, realizamos un viaje de una semana a Marfa, Texas. Un viaje de trabajo dónde realizamos dos editoriales para una revista local. Realmente era un capricho de nuestra parte el ir a hacer fotos a ese inhóspito lugar, lo planeamos un par de años hasta que nos dieron luz verde. Nadie del equipo había visitado ese pequeño pueblo aparentemente vacío, salvo algunos blancos ricos que vivían el fallido sueño de la creación del arte. La gente, la gente…

En el hotel apenas había inquilinos, las calles del pueblo entero apenas eran algunas que cruzaban entre sí formando algunas esquinas con semáforos que puedo contar con mis dos manos. Me dio la impresión de que la mayoría de la gente que vive ahí proviene como de un exilio de ciudades grandes o, en su defecto, que se trata rechazados del quehacer artístico de esas mismas ciudades.

Las fotos transcurrieron de lo mejor, el equipo como siempre, a la altura y de buenas, soportando el calor infernal y haciendo juegos de quién era qué celebridad del pop. Me tocó ser Lana Del Rey, y otras dos que no recuerdo bien. 

 

Las fotos fueron un diez

 

Regresemos a la gente. Una de las noches que salimos a un bar, una chica local (porque tenía viviendo en el pueblo algunos meses, sin planes de quedarse más, como todos en Marfa) nos contó los chismes del pueblo, chismes que no entendimos muy bien porque eran cosas de mínima importancia, como quién no salió cierta noche con el grupo, o quién andaba con quién y similares. Nos contó que la gente es tan poquita que todos terminan conociéndose y cogiendo entre sí, sin importar tu orientación sexual, porque al parecer no hay más que en el pueblo, sólo arte, beber y tener sexo con los recién llegados.

 

Mi presupuesto no me permitía ir a los lugares cool de artistas y, para ser honesto, me molestaron bastante. Encontré un lugar al que me hice asiduo los días en que estuve en el desierto, una pequeña cantina muy del estilo del viejo oeste, atendida por un joven muy amable y (al parecer) su familia. La cerveza era muy barata y la comida también. Tenían la puerta y las ventanas abiertas y los saltamontes gigantes entraban y causaban un mini-alboroto entre las dos personas que nos encontrábamos cenando. Al regresar, moderadamente ebrio, un pequeño coyote me siguió un poco más de una cuadra, diría que más, pero la verdad hay muy pocas calles y lo recordaría. Según me dijeron, no era normal que los coyotes entraran al pueblo; pero yo lo sé, yo lo viví y no estoy loco. Esa noche, al regresar a mi hotel, me encontré con la triste noticia sobre el fallecimiento de Celso Piña. 

Sin dudar regresaría a Marfa, porque tengo que ver nuevamente las famosas y misteriosas luces que aparecen en el horizonte en medio del desierto y que no tienen explicación alguna. Hay diferentes teorías, pero la que más me gusta es la que apunta a fenómenos extraterrestres. Tiene un encanto, definitivamente, y ese encanto se ve un poco manchado de gente aburrida y privilegiada que tomó el lugar y que lo convirtió en su Brooklyn personal. 

 

Vamos a Marfa, pero esta vez con 200 dólares.

Marfa con 150 dólares